La experiencia indica que las soluciones están ya al alcance de la mano, aunque pueden pasar años antes de que sean aceptadas por todos, ya que las innovaciones en este campo tienen un periodo de gestación excepcionalmente largo.
Por ejemplo, la fractura hidráulica o fracking, como se la conoce habitualmente. En los últimos años, esta técnica de perforación horizontal para encontrar gas en el esquisto ha revolucionado el mundo de la energía al hacer bajar tanto los precios del gas, el uso del carbón y el precio de la electricidad, y hasta ha surgido la posibilidad de generar una importante nueva materia prima de exportación para Estados Unidos.
La investigación empezó en la década de los ochenta en el Departamento de Energía, pero la técnica no tuvo efectos sobre el mercado del gas hasta casi 20 años después. Los proyectos energéticos requieren mucho capital y las empresas de la energía son conservadoras, especialmente en cuanto a la innovación en hardware caro.
Hay otras ideas prometedoras en los laboratorios, en las nuevas empresas y en las mentes de los ingenieros audaces que seguramente podrían definir el mapa de la energía en 2030.
Una perspectiva evidente es el biocombustible. Docenas de empresas trabajan sin descanso para encontrar el secreto de cómo convertir plantas en combustible líquido sin hacerlo como lo hace la naturaleza, sometiéndolas a calor y presión durante millones de años.
Las astillas de madera, algunas partes de la planta del maíz y muchos vegetales no comestibles tienen grandes cantidades de azúcares que podrían convertirse en alcohol y después en combustible, como se hace con el azúcar de los granos de maíz en las fábricas de etanol. Pero en las fuentes no alimenticias, el azúcar está químicamente atrapado.
DuPont Industrial Biosciences dice haber desarrollado una “enzima de sacarificación“ que libera los azúcares para que puedan ser digeridos por una bacteria que excreta alcohol, a una velocidad de 240 a 270 litros por tonelada, empleando solo temperaturas, presiones y condiciones químicas moderadas.
En Massachusetts, una diminuta empresa de reciente creación llamada Agrivida está insertando genes nuevos en diversas plantas tratando de encontrar una que, expuesta a una temperatura y una alcalinidad altas, produzca una enzima que digiera parcialmente la celulosa para liberar los azúcares, de modo que puedan ser convertidos en productos químicos útiles.
Otras instituciones de gran tamaño como pueden ser las universidades, en concreto la de Wyoming, se trabaja para desarrollar un nuevo concepto de refinería, una que convierta el carbón en líquidos que podrían reemplazar el petróleo.
En unos años, el sistema añadiría equipos para dividir las moléculas de agua en hidrógeno y oxígeno, y añadir el hidrógeno a los hidrocarburos procedentes del carbón para aumentar el valor del producto. La energía necesaria para romper las moléculas de agua podrían provenir de una central eólica, un recurso que abunda en dicho estado de USA.
El producto podría hacer que se muevan coches, calentar casas y proporcionar materia prima para las centrales químicas, pero todo esto, quizás dentro de 50 años.
Puede que la energía esté en fase de transición. Desde luego el futuro apunta a no depender de un solo recurso, como siempre ha pasado, sino a que se abran varias alternativas válidas y respetuosas con el entorno.
Vía | The New York Times
Imágenes de la serie documental de la BBC 'Planeta Tierra'
Acompañadas del tema Night Ride Across the Caucasus, de Loreena McKennitt, arriba podéis contemplar algunas de las impresionantes imágenes de la serie documental de la BBC Planeta Tierra.
Si durante el visionado no se os ponen los pelos de punta, es que no tenéis sangre en las venas.
Entre otras maravillas de nuestro planeta, podéis contemplar con una calidad impresionante lugares de los que ya os he hablado en Xataka Ciencia, como la Puerta al Infierno, situada en el pueblo turcomano de Derweze (0:29 a 0:59), el Lago Baikal, localizado en la región sur de Siberia (3:41 a 4:17) o La Cuenca del Amazonas (a partir del 4:18).
Vía | La Abadía Digital
¿Cómo puede la nanotecnología mejorar mi calzado?
Para ponernos en antecedentes, os podría referir la invención de las botas de goma de una forma. Curiosamente, los inventores de las botas de goma (caucho) fueron los indios amazónicos, que ya las fabricaban de forma instantánea desde hacía mucho tiempo: simplemente se bañaban en látex líquido hasta las rodillas y esperaban que se secara, originando así la bota mejor adaptada al pie del mundo, casi como una segunda piel.
El uso en el primer mundo tardó algo más en llegar, sobre todo porque no era muy útil a la hora de emplearlo para las prendas de vestir, por ejemplo, porque si hacía mucho calor se derretía, y entonces parecías el hombre gelatina; y si hacía mucho frío, entonces se endurecía y parecía que llevaras el traje de Batman. Habría que esperar hasta 1839, cuando Charles Goodyear (sí, los neumáticos de esta marca se llaman así por él) calentó caucho mezclado con azufre y derramó un poco por accidente sobre la estufa de su casa. Había encontrado por casualidad (la serendipia por la cual se alcanzan la mayoría de descubrimientos científicos) una forma de caucho estable que por fin podría sacarle de la pobreza. Pero le robaron la idea dos prósperos comerciantes de caucho, Thomas Hancock y Charles Macintosh, y Goodyear murió arruinado.
Ahora las zapatillas deportivas son mucho más sofisticadas. Pero tal vez en el año 2050 puedan aprovecharse de la nanotecnología y, en consecuencia, tengan suelas hechas de supercaucho viscoelástico. Este material, extremadamente flexible, fuerte y resistente a la temperatura, fue creado por investigadores japoneses a partir de una red de nanotubos interconectados.
Dicha interacción entre los nanotubos confería al caucho su capacidad para mantener la forma bajo temperaturas extremas, así como su extraordinaria maleabilidad. Aunque su fabricación sigue siendo demasiado cara, tales materiales podrían ser la base de la boda, la industria y las aeronaves del futuro.
Fuente xatakaciencia.com
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